
El concepto de ciudad inteligente surgió hace más de dos décadas como una visión filosófica de urbes capaces de aprender y mejorar los servicios para sus habitantes. Sin embargo, en sus primeros años se quedó en la formulación de políticas públicas sin mecanismos claros de implementación ni de medición de resultados.
Con el tiempo, aparecieron iniciativas aisladas como los sistemas de recaudo electrónico con tarjetas cerradas, las bicicletas públicas, los peajes electrónicos o los parqueaderos tarifados. El problema: al no estar conectados entre sí, no lograban mejorar de manera integral la calidad de vida del ciudadano.
Fue en ese contexto que surgió O-City, una plataforma filial de BPC que busca articular los distintos servicios urbanos en un mismo ecosistema digital, permitiendo a los gobiernos locales convertir la política pública en instrumentos prácticos, medibles y con impacto directo en la convivencia y la movilidad ciudadana.
Uno de los ejemplos más destacados de transformación digital en movilidad es el Metro de Quito, que logró implementar en tiempo récord un sistema de pagos abierto e integrado.
Según Santiago Molina, managing director de O-City – filial de BPC- para la región- y quien lideró la implementación de sistemas de recaudo abierto para el transporte público en Quito y Guayaquil, el mayor desafío fue alinear a los múltiples actores involucrados: la municipalidad, la empresa Metro de Quito, la banca privada, los organismos multilaterales y, por supuesto, los usuarios.
La clave estuvo en tres factores:
Los beneficios han sido tangibles: un acceso más ágil para el usuario, reducción del uso de efectivo y una mayor eficiencia en la gestión de recursos por parte de la municipalidad.
Con la reciente publicación de la regulación de pagos unificados para transporte público en Bogotá, se abre el camino hacia un nuevo salto tecnológico: pasar de sistemas cerrados a pagos abiertos interoperables con tarjetas bancarias y franquicias internacionales como Visa o Mastercard.
“El ciudadano necesita menos fricción: menos pasos para recargar, comprar o validar su pasaje. Y la tecnología abierta es la que garantiza esa experiencia”, afirma Molina.
El reto inmediato para la capital colombiana será la actualización de validadores y back office, de manera que en el primer año los usuarios ya perciban beneficios concretos como integración tarifaria y facilidad de uso.
Si bien los avances son notables, aún existen obstáculos para la adopción generalizada de estos sistemas en América Latina:
La ciudadanía, en cambio, suele ser el actor más receptivo, pues percibe los beneficios de manera inmediata.
Por otra parte, desde la visión de BPC, el futuro de la movilidad urbana en la región es claro:
“Este tipo de proyectos no suceden todos los años; ocurren cada 10 o 15 años. Hoy Latinoamérica vive una ventana de oportunidad única para dar un salto hacia ciudades más conectadas, sostenibles y centradas en el ciudadano”, concluye el experto.
El concepto de ciudad inteligente surgió hace más de dos décadas como una visión filosófica de urbes capaces de aprender y mejorar los servicios para sus habitantes. Sin embargo, en sus primeros años se quedó en la formulación de políticas públicas sin mecanismos claros de implementación ni de medición de resultados.
Con el tiempo, aparecieron iniciativas aisladas como los sistemas de recaudo electrónico con tarjetas cerradas, las bicicletas públicas, los peajes electrónicos o los parqueaderos tarifados. El problema: al no estar conectados entre sí, no lograban mejorar de manera integral la calidad de vida del ciudadano.
Fue en ese contexto que surgió O-City, una plataforma filial de BPC que busca articular los distintos servicios urbanos en un mismo ecosistema digital, permitiendo a los gobiernos locales convertir la política pública en instrumentos prácticos, medibles y con impacto directo en la convivencia y la movilidad ciudadana.
Uno de los ejemplos más destacados de transformación digital en movilidad es el Metro de Quito, que logró implementar en tiempo récord un sistema de pagos abierto e integrado.
Según Santiago Molina, managing director de O-City – filial de BPC- para la región- y quien lideró la implementación de sistemas de recaudo abierto para el transporte público en Quito y Guayaquil, el mayor desafío fue alinear a los múltiples actores involucrados: la municipalidad, la empresa Metro de Quito, la banca privada, los organismos multilaterales y, por supuesto, los usuarios.
La clave estuvo en tres factores:
Los beneficios han sido tangibles: un acceso más ágil para el usuario, reducción del uso de efectivo y una mayor eficiencia en la gestión de recursos por parte de la municipalidad.
Con la reciente publicación de la regulación de pagos unificados para transporte público en Bogotá, se abre el camino hacia un nuevo salto tecnológico: pasar de sistemas cerrados a pagos abiertos interoperables con tarjetas bancarias y franquicias internacionales como Visa o Mastercard.
“El ciudadano necesita menos fricción: menos pasos para recargar, comprar o validar su pasaje. Y la tecnología abierta es la que garantiza esa experiencia”, afirma Molina.
El reto inmediato para la capital colombiana será la actualización de validadores y back office, de manera que en el primer año los usuarios ya perciban beneficios concretos como integración tarifaria y facilidad de uso.
Si bien los avances son notables, aún existen obstáculos para la adopción generalizada de estos sistemas en América Latina:
La ciudadanía, en cambio, suele ser el actor más receptivo, pues percibe los beneficios de manera inmediata.
Por otra parte, desde la visión de BPC, el futuro de la movilidad urbana en la región es claro:
“Este tipo de proyectos no suceden todos los años; ocurren cada 10 o 15 años. Hoy Latinoamérica vive una ventana de oportunidad única para dar un salto hacia ciudades más conectadas, sostenibles y centradas en el ciudadano”, concluye el experto.
El concepto de ciudad inteligente surgió hace más de dos décadas como una visión filosófica de urbes capaces de aprender y mejorar los servicios para sus habitantes. Sin embargo, en sus primeros años se quedó en la formulación de políticas públicas sin mecanismos claros de implementación ni de medición de resultados.
Con el tiempo, aparecieron iniciativas aisladas como los sistemas de recaudo electrónico con tarjetas cerradas, las bicicletas públicas, los peajes electrónicos o los parqueaderos tarifados. El problema: al no estar conectados entre sí, no lograban mejorar de manera integral la calidad de vida del ciudadano.
Fue en ese contexto que surgió O-City, una plataforma filial de BPC que busca articular los distintos servicios urbanos en un mismo ecosistema digital, permitiendo a los gobiernos locales convertir la política pública en instrumentos prácticos, medibles y con impacto directo en la convivencia y la movilidad ciudadana.
Uno de los ejemplos más destacados de transformación digital en movilidad es el Metro de Quito, que logró implementar en tiempo récord un sistema de pagos abierto e integrado.
Según Santiago Molina, managing director de O-City – filial de BPC- para la región- y quien lideró la implementación de sistemas de recaudo abierto para el transporte público en Quito y Guayaquil, el mayor desafío fue alinear a los múltiples actores involucrados: la municipalidad, la empresa Metro de Quito, la banca privada, los organismos multilaterales y, por supuesto, los usuarios.
La clave estuvo en tres factores:
Los beneficios han sido tangibles: un acceso más ágil para el usuario, reducción del uso de efectivo y una mayor eficiencia en la gestión de recursos por parte de la municipalidad.
Con la reciente publicación de la regulación de pagos unificados para transporte público en Bogotá, se abre el camino hacia un nuevo salto tecnológico: pasar de sistemas cerrados a pagos abiertos interoperables con tarjetas bancarias y franquicias internacionales como Visa o Mastercard.
“El ciudadano necesita menos fricción: menos pasos para recargar, comprar o validar su pasaje. Y la tecnología abierta es la que garantiza esa experiencia”, afirma Molina.
El reto inmediato para la capital colombiana será la actualización de validadores y back office, de manera que en el primer año los usuarios ya perciban beneficios concretos como integración tarifaria y facilidad de uso.
Si bien los avances son notables, aún existen obstáculos para la adopción generalizada de estos sistemas en América Latina:
La ciudadanía, en cambio, suele ser el actor más receptivo, pues percibe los beneficios de manera inmediata.
Por otra parte, desde la visión de BPC, el futuro de la movilidad urbana en la región es claro:
“Este tipo de proyectos no suceden todos los años; ocurren cada 10 o 15 años. Hoy Latinoamérica vive una ventana de oportunidad única para dar un salto hacia ciudades más conectadas, sostenibles y centradas en el ciudadano”, concluye el experto.