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En 2002, Steven Spielberg imaginó un futuro donde los crímenes podían detenerse antes de suceder. En Minority Report, Tom Cruise lideraba una unidad de “pre-crimen” que analizaba visiones del futuro para anticipar cada delito. Veintitrés años después, aquella premisa de ciencia ficción se acerca peligrosamente a la realidad, solo que los “precogs” han sido reemplazados por algoritmos, machine learning y análisis de comportamiento.
El fraude digital ha dejado de ser un error que se corrige y se ha vuelto una variable que debe anticiparse. Una investigación de Mastercard señala que en América Latina el 3,7% de los pedidos en línea son fraudulentos y se pierde cerca del 20 % de los ingresos del comercio electrónico a causa del fraude. Además, un informe de Visa revela que sus pagos tokenizados evitaron cerca de 600 millones de dólares en fraude en 2023, lo que demuestra el impacto real de la tecnología aplicada a la prevención.
Como ingeniero especializado en riesgo y fraude, me atrae pensar que la clave no está en levantar más muros, sino en construir un cerebro de prevención que interprete señales, detecte patrones y actúe antes de que el impacto ocurra. Ya no bastan bases de reglas y alertas; se requieren plataformas inteligentes que integren datos transaccionales, biometría, dispositivo, contexto y comportamiento en milisegundos.
Tres elementos técnicos son fundamentales para esa arquitectura:
En la práctica latinoamericana, esto adquiere una urgencia doble: adopción digital acelerada y una superficie de riesgo en expansión constante. Las organizaciones no solo miden pérdidas, sino también el tiempo hasta detección, la tasa de falsos positivos y la habilidad de recuperación.
BPC aborda la prevención del fraude con una visión integral y basada en inteligencia. Su plataforma SmartVista Fraud Management combina monitoreo transaccional en tiempo real, aprendizaje automático y behavioral profiling para detectar y bloquear amenazas antes de que generen impacto. Diseñada para operar de forma omnicanal —desde tarjetas y pagos instantáneos hasta banca digital—, ofrece análisis visual con gráficos de vínculos, gestión avanzada de casos y configuración low-code que permite ajustar reglas sin interrumpir la operación. Disponible tanto on-premise como en modalidad SaaS, la solución protege a bancos, fintechs, comercios, PSPs y switches nacionales con un enfoque escalable y cumplimiento total de normas como PSD2 SCA y 3DS2. Más que una herramienta de defensa, SmartVista actúa como un sistema nervioso inteligente que aprende de cada evento para fortalecer continuamente la seguridad del ecosistema financiero.
Un caso reciente en la región confirma cómo este tipo de arquitectura se traduce en mejoras medibles. En Colombia, Banco Finandina implementó una capa de autenticación basada en 3DSecure2, reforzando el proceso de validación en su canal de comercio electrónico y reduciendo la exposición a intentos de fraude. Más allá de las diferencias regulatorias entre países, este tipo de adopciones demuestra que, cuando la tecnología se alinea con una estrategia de prevención orientada a la inteligencia, los resultados son consistentes y sostenibles.
La ciencia ficción ya no lo es. Y hoy, estar un paso adelante es la forma de seguridad más real que existe.
En 2002, Steven Spielberg imaginó un futuro donde los crímenes podían detenerse antes de suceder. En Minority Report, Tom Cruise lideraba una unidad de “pre-crimen” que analizaba visiones del futuro para anticipar cada delito. Veintitrés años después, aquella premisa de ciencia ficción se acerca peligrosamente a la realidad, solo que los “precogs” han sido reemplazados por algoritmos, machine learning y análisis de comportamiento.
El fraude digital ha dejado de ser un error que se corrige y se ha vuelto una variable que debe anticiparse. Una investigación de Mastercard señala que en América Latina el 3,7% de los pedidos en línea son fraudulentos y se pierde cerca del 20 % de los ingresos del comercio electrónico a causa del fraude. Además, un informe de Visa revela que sus pagos tokenizados evitaron cerca de 600 millones de dólares en fraude en 2023, lo que demuestra el impacto real de la tecnología aplicada a la prevención.
Como ingeniero especializado en riesgo y fraude, me atrae pensar que la clave no está en levantar más muros, sino en construir un cerebro de prevención que interprete señales, detecte patrones y actúe antes de que el impacto ocurra. Ya no bastan bases de reglas y alertas; se requieren plataformas inteligentes que integren datos transaccionales, biometría, dispositivo, contexto y comportamiento en milisegundos.
Tres elementos técnicos son fundamentales para esa arquitectura:
En la práctica latinoamericana, esto adquiere una urgencia doble: adopción digital acelerada y una superficie de riesgo en expansión constante. Las organizaciones no solo miden pérdidas, sino también el tiempo hasta detección, la tasa de falsos positivos y la habilidad de recuperación.
BPC aborda la prevención del fraude con una visión integral y basada en inteligencia. Su plataforma SmartVista Fraud Management combina monitoreo transaccional en tiempo real, aprendizaje automático y behavioral profiling para detectar y bloquear amenazas antes de que generen impacto. Diseñada para operar de forma omnicanal —desde tarjetas y pagos instantáneos hasta banca digital—, ofrece análisis visual con gráficos de vínculos, gestión avanzada de casos y configuración low-code que permite ajustar reglas sin interrumpir la operación. Disponible tanto on-premise como en modalidad SaaS, la solución protege a bancos, fintechs, comercios, PSPs y switches nacionales con un enfoque escalable y cumplimiento total de normas como PSD2 SCA y 3DS2. Más que una herramienta de defensa, SmartVista actúa como un sistema nervioso inteligente que aprende de cada evento para fortalecer continuamente la seguridad del ecosistema financiero.
Un caso reciente en la región confirma cómo este tipo de arquitectura se traduce en mejoras medibles. En Colombia, Banco Finandina implementó una capa de autenticación basada en 3DSecure2, reforzando el proceso de validación en su canal de comercio electrónico y reduciendo la exposición a intentos de fraude. Más allá de las diferencias regulatorias entre países, este tipo de adopciones demuestra que, cuando la tecnología se alinea con una estrategia de prevención orientada a la inteligencia, los resultados son consistentes y sostenibles.
La ciencia ficción ya no lo es. Y hoy, estar un paso adelante es la forma de seguridad más real que existe.
En 2002, Steven Spielberg imaginó un futuro donde los crímenes podían detenerse antes de suceder. En Minority Report, Tom Cruise lideraba una unidad de “pre-crimen” que analizaba visiones del futuro para anticipar cada delito. Veintitrés años después, aquella premisa de ciencia ficción se acerca peligrosamente a la realidad, solo que los “precogs” han sido reemplazados por algoritmos, machine learning y análisis de comportamiento.
El fraude digital ha dejado de ser un error que se corrige y se ha vuelto una variable que debe anticiparse. Una investigación de Mastercard señala que en América Latina el 3,7% de los pedidos en línea son fraudulentos y se pierde cerca del 20 % de los ingresos del comercio electrónico a causa del fraude. Además, un informe de Visa revela que sus pagos tokenizados evitaron cerca de 600 millones de dólares en fraude en 2023, lo que demuestra el impacto real de la tecnología aplicada a la prevención.
Como ingeniero especializado en riesgo y fraude, me atrae pensar que la clave no está en levantar más muros, sino en construir un cerebro de prevención que interprete señales, detecte patrones y actúe antes de que el impacto ocurra. Ya no bastan bases de reglas y alertas; se requieren plataformas inteligentes que integren datos transaccionales, biometría, dispositivo, contexto y comportamiento en milisegundos.
Tres elementos técnicos son fundamentales para esa arquitectura:
En la práctica latinoamericana, esto adquiere una urgencia doble: adopción digital acelerada y una superficie de riesgo en expansión constante. Las organizaciones no solo miden pérdidas, sino también el tiempo hasta detección, la tasa de falsos positivos y la habilidad de recuperación.
BPC aborda la prevención del fraude con una visión integral y basada en inteligencia. Su plataforma SmartVista Fraud Management combina monitoreo transaccional en tiempo real, aprendizaje automático y behavioral profiling para detectar y bloquear amenazas antes de que generen impacto. Diseñada para operar de forma omnicanal —desde tarjetas y pagos instantáneos hasta banca digital—, ofrece análisis visual con gráficos de vínculos, gestión avanzada de casos y configuración low-code que permite ajustar reglas sin interrumpir la operación. Disponible tanto on-premise como en modalidad SaaS, la solución protege a bancos, fintechs, comercios, PSPs y switches nacionales con un enfoque escalable y cumplimiento total de normas como PSD2 SCA y 3DS2. Más que una herramienta de defensa, SmartVista actúa como un sistema nervioso inteligente que aprende de cada evento para fortalecer continuamente la seguridad del ecosistema financiero.
Un caso reciente en la región confirma cómo este tipo de arquitectura se traduce en mejoras medibles. En Colombia, Banco Finandina implementó una capa de autenticación basada en 3DSecure2, reforzando el proceso de validación en su canal de comercio electrónico y reduciendo la exposición a intentos de fraude. Más allá de las diferencias regulatorias entre países, este tipo de adopciones demuestra que, cuando la tecnología se alinea con una estrategia de prevención orientada a la inteligencia, los resultados son consistentes y sostenibles.
La ciencia ficción ya no lo es. Y hoy, estar un paso adelante es la forma de seguridad más real que existe.