Estuve por primera vez en la Convención Bancaria organizada por Asobancaria (Asociación Bancaria y de Entidades Financieras de Colombia). Siempre he estado más del lado del desarrollo de tecnología y negocios fintech y no tanto en contacto con cómo se mueve el poder en Colombia, pero no me quedó duda de que esta convención fue un termómetro de cómo está la tensión en el país.
Vicky Dávila atacó al gobierno y recibió una ovación larga del sector financiero; los líderes de la oposición política mostraron gran preocupación por la falta de mensajes de confianza por parte del gobierno; los congresistas mostraron sus diferencias en vivo; el ministro de Hacienda mostró que el país crecerá poco a pesar de las proyecciones; el sector financiero mostró lo apretado que cerró el año pasado y los riesgos hacia el futuro de una situación inestable; el presidente Gustavo Petro fue enfático en que para poder avanzar necesita tasas más bajas; entre muchas otras cosas que salieron de la convención.
Es decir, estamos en un momento difícil, de eso no cabe duda.
Sin embargo, la convención cerró con un mensaje conciliador en toda esa convulsión: armonía entre los bancos y el gobierno en un momento económicamente difícil para el país. Una especie de pacto en el que se iban a tratar “pasito” por el bien del futuro fiscal de Colombia y que iban a encontrar soluciones en conjunto.
Mientras eso pasa, en la industria fintech solo pensamos en cómo avanzar regulatoriamente para darle más espacio a la industria innovadora.
El gobierno y la industria fintech avanzan en tres cambios regulatorios que podrán transformar por completo el sector financiero: la implementación de las finanzas abiertas, la implementación de un sistema de pagos inmediatos y la reglamentación de la tecnología blockchain.
Son tres avances que buscan, en esencia, darle espacio a jugadores no tradicionales porque incentivan a la competencia y profundizan al máximo el objetivo de las fintechs: lograr que más personas tengan acceso a servicios financieros y cerrar brechas en ese aspecto.
El problema es que son temas que generan miedo en los sectores más tradicionales y que podrían darle un giro profundo al sector financiero: porque las entidades tradicionales podrían perder clientes. Esto, ya que, los neobancos u otras fintechs pueden dar mejores servicios a los usuarios, porque los pagos inmediatos en un sistema público le podrían quitar el negocio a rieles que ya existen como ACH, Credibanco, Redebán o Transfiya, que son manejados por la banca tradicional. O, porque la tecnología blockchain podría revolucionar por completo toda la política monetaria de un país.
Aunque son temas difíciles, la presión regulatoria, las necesidades tecnológicas y de acceso de Colombia han logrado que estos aspectos estén en la agenda del gobierno. Incluso este ha sido abierto a lograr cambios regulatorios en la medida en que se han planteado como alternativas para una población altamente informal y no bancarizada. Las fintech tienen un componente social muy poderoso.
Pero en un país angustiado, donde el gobierno y la banca tradicional envían un mensaje de pacto en pro de la reactivación económica, no parecería haber espacio para innovar o para avanzar de fondo con estos temas. Y no es que sea tarea fácil y tampoco se trata de perjudicar a la banca tradicional, pero en otras latitudes la innovación es la que ha obligado, por las vías regulatorias, a los sistemas tradicionales a actualizarse y adaptarse.
Espero estar equivocado y que el gobierno le meta el acelerador a estos temas y vea en ellos una oportunidad de reactivación económica. A veces los que trabajamos en tecnología no entendemos los tiempos de la política o de los hacedores de política pública, pero sí creemos saber hacia dónde debemos avanzar como industria financiera.
Bonus track. El único faro de luz con esperanza es el proyecto de decreto que sacó hace poco la Unidad de Regulación Financiera sobre el Sistema de Pagos Inmediatos y que fue una sorpresa para la banca tradicional porque en pocas palabras los obliga a montarse al sistema y a promoverlo. Seguramente los bancos se van a oponer, veremos si lo hacen pública o privadamente.
Estuve por primera vez en la Convención Bancaria organizada por Asobancaria (Asociación Bancaria y de Entidades Financieras de Colombia). Siempre he estado más del lado del desarrollo de tecnología y negocios fintech y no tanto en contacto con cómo se mueve el poder en Colombia, pero no me quedó duda de que esta convención fue un termómetro de cómo está la tensión en el país.
Vicky Dávila atacó al gobierno y recibió una ovación larga del sector financiero; los líderes de la oposición política mostraron gran preocupación por la falta de mensajes de confianza por parte del gobierno; los congresistas mostraron sus diferencias en vivo; el ministro de Hacienda mostró que el país crecerá poco a pesar de las proyecciones; el sector financiero mostró lo apretado que cerró el año pasado y los riesgos hacia el futuro de una situación inestable; el presidente Gustavo Petro fue enfático en que para poder avanzar necesita tasas más bajas; entre muchas otras cosas que salieron de la convención.
Es decir, estamos en un momento difícil, de eso no cabe duda.
Sin embargo, la convención cerró con un mensaje conciliador en toda esa convulsión: armonía entre los bancos y el gobierno en un momento económicamente difícil para el país. Una especie de pacto en el que se iban a tratar “pasito” por el bien del futuro fiscal de Colombia y que iban a encontrar soluciones en conjunto.
Mientras eso pasa, en la industria fintech solo pensamos en cómo avanzar regulatoriamente para darle más espacio a la industria innovadora.
El gobierno y la industria fintech avanzan en tres cambios regulatorios que podrán transformar por completo el sector financiero: la implementación de las finanzas abiertas, la implementación de un sistema de pagos inmediatos y la reglamentación de la tecnología blockchain.
Son tres avances que buscan, en esencia, darle espacio a jugadores no tradicionales porque incentivan a la competencia y profundizan al máximo el objetivo de las fintechs: lograr que más personas tengan acceso a servicios financieros y cerrar brechas en ese aspecto.
El problema es que son temas que generan miedo en los sectores más tradicionales y que podrían darle un giro profundo al sector financiero: porque las entidades tradicionales podrían perder clientes. Esto, ya que, los neobancos u otras fintechs pueden dar mejores servicios a los usuarios, porque los pagos inmediatos en un sistema público le podrían quitar el negocio a rieles que ya existen como ACH, Credibanco, Redebán o Transfiya, que son manejados por la banca tradicional. O, porque la tecnología blockchain podría revolucionar por completo toda la política monetaria de un país.
Aunque son temas difíciles, la presión regulatoria, las necesidades tecnológicas y de acceso de Colombia han logrado que estos aspectos estén en la agenda del gobierno. Incluso este ha sido abierto a lograr cambios regulatorios en la medida en que se han planteado como alternativas para una población altamente informal y no bancarizada. Las fintech tienen un componente social muy poderoso.
Pero en un país angustiado, donde el gobierno y la banca tradicional envían un mensaje de pacto en pro de la reactivación económica, no parecería haber espacio para innovar o para avanzar de fondo con estos temas. Y no es que sea tarea fácil y tampoco se trata de perjudicar a la banca tradicional, pero en otras latitudes la innovación es la que ha obligado, por las vías regulatorias, a los sistemas tradicionales a actualizarse y adaptarse.
Espero estar equivocado y que el gobierno le meta el acelerador a estos temas y vea en ellos una oportunidad de reactivación económica. A veces los que trabajamos en tecnología no entendemos los tiempos de la política o de los hacedores de política pública, pero sí creemos saber hacia dónde debemos avanzar como industria financiera.
Bonus track. El único faro de luz con esperanza es el proyecto de decreto que sacó hace poco la Unidad de Regulación Financiera sobre el Sistema de Pagos Inmediatos y que fue una sorpresa para la banca tradicional porque en pocas palabras los obliga a montarse al sistema y a promoverlo. Seguramente los bancos se van a oponer, veremos si lo hacen pública o privadamente.